Lo sabemos, vamos atrasados; la efemérides fue el 6 de febrero, porque justo ese día, en 1916, fallecía en León (Nicaragua) el gran Rubén Darío. A su lado estaba Rosario Murillo, la garza oscura que por fin triunfaba: Rubén ya no sería de nadie más, solo suyo. Lejos, muy lejos, había quedado su compañera más querida, Francisca Sánchez, con su baúl azul lleno de recuerdos.
Podríamos contar muchas cosas del gran poeta, pero solo vamos a dejar aquí el poema que le dedicó su amigo Antonio Machado. Antonio estaba en Baeza y recibió la noticia de la muerte del poeta nicaragüense con pena.
EN LA MUERTE DE RUBÉN DARÍO
Si era toda en tu verso la armonía del mundo,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,
corazón asombrado de la música astral,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,
corazón asombrado de la música astral,
¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno
y con las nuevas rosas triunfantes volverás?
¿Te han herido buscando la soñada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitán?
y con las nuevas rosas triunfantes volverás?
¿Te han herido buscando la soñada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitán?
Que en esta lengua madre la clara historia
quede;
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles, en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.
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