viernes, 25 de noviembre de 2016

DÍA INTERNACIONAL PARA LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

El 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución para que cada 25 de noviembre se celebrara un día para recordar e impulsar la lucha contra la violencia que se ejerce contra las mujeres. Violencia física, psicológica, económica... 

Lo recordamos aquí con la impresionante escena de la "Afrenta de Corpes" de el Cantar de Mio Cid. Es quizá la primera vez que se se trata este tema en la literatura castellana. 

Doña Elvira y doña Sol, las hijas del Cid, son vejadas y maltratas por su esposos, Diego y Fernando, infantes de Carrión. Es la forma cobarde que tienen de vengarse de su suegro. 

Han pasado más de ochocientos años desde que se compuso, pero todavía impresionan estos versos.


Lejos, a mano derecha, San Esteban les quedó;
por el robledal de Corpes entran los de Carrión.
Nubes y ramas se juntan. ¡Cuán altos los montes son!
Rondaban bestias muy fieras por el monte, alrededor.
Cerca de una limpia fuente un vergel allí creció;
mandaron alzar la tienda infantes de Carrión.
Con el bagaje que llevan, duermen en esta ocasión.
En brazos de sus mujeres les demostraron su amor.
¡Qué mal luego lo cumplieron a la salida del sol!
Cargan luego las acémilas con los dones de valor,    
Y han recogido la tienda que de noche los guardó.
Adelante a sus criados envían allí los dos.
De este modo lo mandaron los infantes de Carrión:
que atrás ninguno quedase, fuese mujer o varón,
a no ser sus dos esposas, doña Elvira y doña Sol,     
que querían recrearse con ellas a su sabor.
Todos los demás se han ido, los cuatro solos ¡Por Dios!
¡Cuánto mal que imaginaron infantes de Carrión!
-Tenedlo así por muy cierto, doña Elvira y doña Sol.
Aquí os escarneceremos en este fiero rincón,                       
y nosotros nos iremos; quedaréis aquí las dos.
Ninguna parte tendréis de las tierras de Carrión.
Estas noticias irán a ese Cid Campeador.
Ahora nos vengaremos por la afrenta del león.
Allí las pieles y mantos quitáronles a las dos;            
Sólo camisas de seda sobre el cuerpo les quedó.
Espuelas tienen calzadas los traidores de Carrión;
En sus manos cogen cinchas, muy fuertes y duras son.
Cuando esto vieron las dueñas, les habla doña Sol:
-¡Ay, don Diego y don Fernando! Esto os rogamos, por Dios:
ya que tenéis dos espadas, que tan cortadoras son,
(a la una dicen Colada y a la otra llaman Tizón)
nuestras cabezas cortad; dadnos martirio a las dos.
Los moros y los cristianos juntos dirán a una voz,
que por lo que merecemos, no lo recibimos, no.       
Estos tan infames tratos, no nos los deis a las dos.
Si aquí somos azotadas, la vileza es para vos.
En juicio o bien en Cortes responderéis de esta acción.
Lo que pedían las dueñas, de nada allí les sirvió.
Comienzan a golpearlas infantes de Carrión;            
con las cinchas corredizas las azotan con rigor;
con las espuelas agudas les causan un gran dolor;
les rasgaron las camisas y las carnes a las dos;
allí las telas de seda limpia sangre las manchó;
bien que lo sentían ellas en su mismo corazón.        
¡Qué ventura sería ésta, se así lo quisiera Dios,
que apareciese allí entonces nuestro Cid Campeador!
¡Tanto allí las azotaron! Sin fuerzas quedan las dos.
Sangre mancha las camisas y los mantos de primor.
Cansados están de herirlas los infantes de Carrión.  
Prueban una y otra vez quién las azota mejor.
Ya no podían ni hablar doña Elvira y doña Sol.
En el robledo de Corpes por muertas quedan las dos.
Se les llevaron los mantos, las pieles de armiño ricas
Y afligidas las dejaron, vestidas con las camisas,      
A las aves de los montes y a las fieras más bravías.
Por muertas, sabed, las dejan, que a ninguna creen viva.
¡Si que sería ventura que apareciese Ruy Díaz!
Los infantes de Carrión por muertas ya las dejaron,
Pues ninguna de ellas puede a la otra dar amparo.    
Por los montes del camino ellos se iban alabando:
-Ya de nuestros casamientos quedamos los dos vengados.
Ni por amigas valían, ni siquiera de rogado,
Pues esas no eran mujeres para estar en nuestros brazos.
La deshonra del león así la iremos vengando.      


     
La escena narrada ha sido representada en muchas ocasiones. Ofrecemos aquí la obra Las hijas del Cid que pintó Ignacio Pinazo en 1879.  

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