sábado, 1 de abril de 2017

EL MES DEL LIBRO Y DE LA LECTURA

Sí EL MES: no tenemos bastante con un día, porque, a nuestro alrededor, el libro y la lectura son especies en extinción.  En realidad, en este departamento dedicamos el curso entero a promocionar la lectura entre nuestros alumnos, peleamos contra terribles molinos de viento: el fútbol, la play, el móvil, las series, la falta de curiosidad, la abulia... Y ahí andamos, lanza en ristre, intentando abrir brechas en la casi inexpugnable fortaleza. "Casi", magnífico adverbio pequeñito y lleno de esperanza. 

Pues por ese "casi" iniciamos este mes un homenaje a dos poetas: Miguel Hernández (1910-1942), del que se han cumplido -el 28 de marzo- los setenta y cinco años de su triste muerte; y Gloria Fuertes (1917-1998), de la que celebremos el centenario de su nacimiento.

A lo largo de todo el mes irán apareciendo en nuestro blog sus poemas, noticias de sus vidas, imágenes, canciones... Todo el mes. No se merecen menos.




Empezamos hoy con un poema de Miguel Hernández con el que celebramos, además, el recién iniciado mes de abril. 

Se trata de un poema joven y gongorino en el que Miguel describe la primavera levantina. La realidad, llena de color, se convierte en brillantes metáforas. Nos quedamos con esas palmeras: "giraldadas alturas datileras".


ABRIL- gongorino

Deponiendo blancuras iniciales,
lunas atropelladas campeadoras,
con espuelas de palmas surtidoras,
cañas jugando en potros de cristales;
imperiales granadas, dulces moras,
valencias de capullos y rosales
gana Abril: cid-ruy-diaz de colores,
en campo, en lucha, en verdor, en flores.

Con pasto de algodón, niño, de mano,
a fuerza de paciencia y de meneo,
ya apacienta en los cielos su correo,
una vez liberal, otra tirano.
La naranja, verdugo veterano,
la inocencia ejecuta de su reo,
párpado de su olor, puerto de abeja,
que ni muere del todo ni se queja.

Interlunas, oriámbares, temblores,
giraldadas alturas datileras,
sin barandas desnucan ni escaleras,
jinetes del Señor, mozos mayores.
Se bisan por amor los ruy-señores
sobre las millonarias ya riberas
del álamo mudable, si por trino,
y el lagarto -¡esplendor!- firma su sino.

Movimiento de seda que se anilla
a fuerza de dormir y verde cama,
con espíritus de hilo celdas trama,
carcelero, después preso en capilla.
Traduce, ¡con qué fe tan amarilla!,
el oro cascabel más alto en rama,
por surgir, si no víctima de gala,
redentora semilla de ala y ala.

Espigas pronostican coberturas
en tanta pugna, en tanta unión de panes:
presuntas de riqueza arquitecturas
para enarcar con eras, con afanes.
Haciendo el río bruscos ademanes,
ministro de fomento de hermosuras,
jurados por error, conflictos crea,
de ramas que a su fuga acusan rea.

Salvavidas de pétalo y espina,
cables echa el rosal, tablas de gracia,
a la náufraga miel que, muda, sacia
su sed, y titubea parlanchina.
Canos desembaraza el sol, inclina
Montes de vidrios bordes –verbigracia:
Pues no propende ni a tenor ni a río,
Sin trillo de calor, parva de frío.

De punta en blanco armado, puro el lilio,
orinal del relente, sublunado,
faldones de organdíes saca al prado
entre las hierbabuenas de Virgilio.
Se pronuncian las hojas en concilio,
y el áncora, si el hueso de su estado,
muda en sombra el sostén –rama- del higo,
moro plural, que, al fin, vence a Rodrigo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario