martes, 11 de abril de 2017

MIGUEL ENAMORADO

Josefina fue su amor joven, quizá convencional: era la mujer destinada para ser la madre de sus hijos. Fue la mujer destinada a sufrir la ausencia y el dolor.




Te me mueres de casta y de sencilla: 
estoy convicto, amor, estoy confeso 
de que, raptor intrépido de un beso, 
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla, 
y desde aquella gloria, aquel suceso, 
tu mejilla, de escrúpulo y de peso, 
se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente 
el pómulo te tiene perseguido, 
cada vez más potente, negro y grande.


Y sin dormir estás, celosamente, 
vigilando mi boca ¡con qué cuido! 
para que no se vicie y se desmande.


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