viernes, 29 de septiembre de 2017

ALBERTI RECUERDA A ALBERTO EN LA ARBOLEDA


Jesús López, el compañero que nos ha mandado la convocatoria del Paseo Cultural Homenaje a la Escuela de Vallecas, nos ha mandado también este bonito texto que merece estar aquí, en nuestro CAMINO DE LA ARBOLEDA. Muchas gracias, Jesús.


En el inicio de sus páginas autobiográficas, que llevan el nombre de La Arboleda Perdida, Alberti justifica este título refiriéndose a un vergel así llamado en su Puerto de Santa María natal, donde los recuerdos infantiles se acumulaban junto a los elementos de la naturaleza en una sinfonía amena de sonidos y colores. Este espacio idílico se presta para que el poeta gaditano lo use de un modo metafórico, empleándolo como el lugar donde resuenan todos los ecos que habitan en la memoria.
Todas las Arboledas, recogen voces, susurros, balbuceos; fiestas campestres donde tal vez apareció el primer beso furtivo tras el arrullo de un baile al cálido atardecer, y los álamos muestran en la cicatriz de sus cortezas el corazón de unos antiguos enamorados, cuyo secreto voló con el suave viento que hizo batir a los árboles sus ramas.

Frágiles ramas que el tiempo crujió con las miles de hojas que dieron sombra a todos los seres que buscaron su cobijo, en la frescura de una tórrida tarde de agosto. Cada hoja que cae del árbol puede ser interpretada como el paso de una vida, fugaz en el recuerdo, que huye con el devenir del tiempo. Quién sabe si, quizá, sea este uno de los  motivos por los que el hombre siente la necesidad de crear la palabra poética, para que cada hoja continúe permaneciendo en la memoria entusiasta de las siguientes, que retoñarán con la llegada de una joven primavera, y, de nuevo, ofrezcan la frescura de su manto, el cobijo de los recuerdos, la esencia de la existencia, estación tras estación, años y años.
Alberti, ya octogenario, muestra las ramas de su árbol sobre la “Escuela de Vallecas”, cuyo tronco lo forma la “tremenda y descomunal figura” de Alberto Sánchez, en su tercer libro de La Arboleda Perdida. En sus hojas nos remite a sus paseos por el Cerro Almódovar, acompañado de Maruja Mallo y Bejamín Palencia, con el fin de crear un arte nuevo revolucionario con una fuerte impronta castellana. También comenta la creación de la monumental escultura de El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella, que estuvo al pie del Pabellón Español de la Exposición Internacional de París en 1937. Por último, trata de la visita que le hizo en Moscú en 1956, en donde compuso el famoso soneto, que tanto motivó y le sirvió de acicate a Alberto para volver a esculpir, desarrollando este una fructífera etapa en los últimos años de su vida, con obras tan reconocidas como El cazador de  raíces, a la que Neruda le dedicó un elaborado poema.

Estas son las hojas que se recogen por el poeta, viejas hojas enmohecidas con olor a rancio. Hojas que necesitan de la palabra, evitando la caída en el humus del olvido. Palabras poéticas que germinen en la Arboleda para el disfrute de las generaciones venideras, como aquel primer beso agarrado en el talle de la hermosura juvenil, tras un baile sofocante que se refrescaba al abrigo de la oscuridad espesa de los árboles.

Jesús López



1 comentario:

  1. Gracias a ese camino frondoso de la Arboleda que esconde entre sus ramas el fruto de la poesía.

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