sábado, 19 de diciembre de 2015
FERIA DE LA LUZ - RELATOS DE LUZ Y SOMBRA II
Había una niña llamada Darla que vivía en una ciudad en la que solo había odio y nada de alegría. La ciudad era oscura y triste, con habitantes que se odiaban. Un día, Darla decidió irse de allí y se marchó a otra ciudad en la que había paz y alegría.
Había una vez un mundo sombrío, lleno de oscuridad. Pasaron los años y todo seguía perdido en las tinieblas. Pero un día, las tinieblas se abrieron, si hizo la luz y el amor...
Había una vez un hombre que al anochecer vio un bonito y luminoso ángel revoloteando por el oscuro cielo lleno de preciosas estrellas.
Érase una vez una niña que siempre estaba triste, pero un día vino un niño y le dijo: "me alumbra tu tristeza".
Había un hombre oscuro, malvado, terrorífico, que se llamaba El Sombrío. Pero a él no le gustaba, así que se fue en busca de la tranquilidad. En su viaje se encontró con un hombre que, tras adivinar un acertijo, le otorgó la tranquilidad.
El amor condujo su vida a un destino sombrío.
El sentimiento de la inquietud, presente desde tiempos inmemoriales, lo produce un ángel, el ángel del estrés. Cuando te sobrevuela, el sentimiento te acongoja, pero nos podemos librar de él gritando sin medida.
A un niño muy triste lo alumbró un rayo de luz y le dio paz.
Paula siempre estaba muy alegre, pero un día tuvo un problema que le llenó de inquietud: ¡se había roto una uña!
Era lo mismo de todas las noches, el mismo sueño. Ya estaba acostumbrado, pero... ¿a quién le podía gustar aquello? Si por lo menos fuera de sombras o de fantasmas... Pero no, él tenía miedo a otra cosas, a eso que lo atormentaba todas las noches.
Para alejar la tristeza de tu mundo tienes que rodearte de colores luminosos.
Érase un señor lleno de ignorancia, hasta que un día vio una estrella que le dijo que no fuera tan ignorante, y le hizo caso.
Había una vez un campesino que a la luz del crepúsculo decidió plantar un árbol que creciera grande y fuerte cuando apareciera el primer resplandor. El árbol creció grande y fuerte y lo llamaron el Resplandor del Crepúsculo.
En aquel mundo ocupado por personas egocéntricas a las que solo importaba la fama, había una persona diferente. Álvaro deseaba ser invisible, no estar expuesto a las miradas de los demás y así obtener la paz interior.
Sergio era un chico que tenía una tristeza muy grande, hasta que un día encontró el amor. Su amor se llamaba Ainhoa.
Me desperté y hacía un día muy luminoso. La sombra de Isabella, cual camelia, abarcaba toda la habitación. De repente, sonó un ruido...
En la pesadilla había estrellas y en las estrellas había una sombra negra y densa como la sangre. Tenía el brillo característico de unos ojos malignos y, en efecto, lo eran.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario