miércoles, 19 de abril de 2017

MIGUEL HERNÁNDEZ AL LIMÓN GONGORINO

Cuentan que un día, estando Josefina -la novia- y Miguel en el huerto, él, aprovechando un descuido, le dio un beso. Ella, ofendida, le tiró un limón a la cabeza y le produjo una herida. Cosas de novios pueblerinos. Al ladrón de besos le hizo gracia y convirtió la anécdota en soneto. 





Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.


El silbo vulnerado


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