Los comienzos son difíciles, pero no lo son menos los finales. El curso pasado se nos quedaron algunas cosas en el tintero, como esta narración que ganó nuestro premio literario. Lo remediamos ahora. Ahí va.
LOST-VILLEY
-
Es tu primer año de preparación.
-
Sí, eso creo.
"Sí,
eso creo", llevo repitiendo eso desde que cumplí dieciséis años, la edad en la que empiezas a
participar en el proceso de preparación que lleva a cabo el pueblo, Lostvilley.
Cada año deben prepararse, y ahora que he cumplido la edad establecida, debo
prepararme para la noche del siete de noviembre. En realidad, no sé muy bien de
qué o de quién nos estamos defendiendo, solo oigo los repetitivos comentarios
del consejo advirtiéndonos que debemos protegernos a nosotros mismos y a
nuestras familias de lo que sucede esa noche. El consejo es el máximo encargado
de la preparación, se encarga de llevar el listado donde aparecen los nombres
de las personas que deben cooperar y a las que se les asignan tareas para que
sea más llevadero el proceso, teniendo en cuenta que Lostvilley tan solo cuenta
con 120 habitantes, la mitad de los cuales tienen menos de dieciséis años por
lo que no pueden ayudar en la preparación. Mi madre forma parte del consejo,
por lo que cuando llego a casa después del instituto me informa de que voy a
ser la encargada de la supervisión de las armas.
- Pero
si yo nunca he utilizado armas, Madre - respondo nerviosa.
-
Pues tendrás que hacerlo. Este año va a ser el más difícil de todos.
-
Pero...
-
Pero nada. Cuando terminen las clases te espera Lynn en la sala de armas.
Y
antes de que pueda contestar, mi madre ya se ha marchado.
Mi
madre y yo vivimos solas, y como ella es la máxima representante del consejo
pasa la mayor parte del tiempo fuera, por lo que siempre he tenido que ir
aprendiendo cómo arreglármelas por mí misma. Intento olvidar el papel que debo
jugar este año en la preparación y subo a mi habitación para seguir con la
rutina que me supone el instituto. Tiro la mochila en mi cama y me pongo el
pijama. Cuando termino de cambiarme, abro la mochila y saco loto lo que necesito
para colocarlo encima del escritorio y pasarme toda la tarde realizando las
tareas que han mandado.
Cuando
por fin consigo acabar con todas las tareas, son las diez de la noche. Me
levanto para cenar algo e irme a dormir, intentando prepararme para lo que me
espera mañana.
Son
las seis de la mañana cuando suena la alarma. Me preparo y, a las siete estoy
saliendo de mi casa camino al instituto. Las clases empiezan a las 7:30 y
acaban a las 13:30. La mayoría de las asignaturas que damos giran en torno a la
preparación, para que así sepamos desde que empezamos la escuela lo que sucede
en el pueblo cada siete de noviembre y por qué. Aunque también nos dan a elegir
cuatro asignaturas normales; yo estoy cursando Matemáticas, Biología, Química y
Literatura. Cuando suena el timbre que indica el final de las clases, voy a la
cafetería y cojo algo para comer de camino a la sala de armas.
Cuando
llego no hay nadie, así que doy una vuelta para inspeccionar la sala. En todas
las paredes hay cajones metálicos en los que supongo que están guardadas todas
las armas. Me acerco al que tengo más próximo y leo la etiqueta donde pone
"armas de fuego", así que supongo que están clasificadas por tipos.
Al final de la sala hay una puerta que da a la sala de tiro donde encuentro a
Lynn.
-
Tú debes de ser Stela.
- Sí,
y tú, Lynn, ¿verdad?
- ¿Tienes
alguna idea de armas? - me pregunta seca.
-
No mucho - respondo dubitativa.
-
En ese primer cajón están las armas de fuego cortas que comprende las pistolas
y revólveres. Estas son las que soléis utilizar los novatos. En el cajón de al
lado están guardadas las armas de fuego largas para vigilancia y guardería. En
el de al lado se encuentran las armas accionadas por aire u otro gas
comprimido. En la otra parte de los cajones guardamos las armas blancas, donde
se encuentran los cuchillos o los machetes. Y en el resto de cajones que quedan
hay ballestas, armas para lanzar, armas de sistema Flobert y arcos. Eso es todo
- dice de manera mecánica.
- Vale...
¿Y cuál es mi papel aquí?
-
¿No te lo ha dicho la consejera Grete?
-
¿Quién? ¿Mi madre? Solo me dijo que me iba a encargar de la supervisión de las
armas, pero no sé qué debo hacer concretamente.
-
Debes aprender a utilizar todas las armas para liderar uno de los pelotones de
ataque. Además debes aprender todo lo relativo a las armas para poder asignar
la mejor a cada miembro de tu pelotón. También serás la encargada de
transportar todo lo necesario para el ataque, además de diseñar uno.
-
¿Qué? ¿Y si no quiero hacerlo?
-
Mueres.
Nos
quedamos en silencio durante un largo rato hasta que ella consigue articular
palabra.
-
Vamos, empecemos el entrenamiento.
Son
las ocho cuando termino el entrenamiento basado en el reconocimiento de armas.
Seis horas aprendiendo las características de una pistola tras otra. Cuando
consigo llegar a mi casa me siento agotada y hambrienta, por lo que cuando mi
madre me pregunta qué tal ha ido el entrenamiento solo soy capaz de mirarla
mientras respiro entrecortadamente.
-
¿De qué vas?
-
¿Cómo? - dice sorprendida.
-
¿Estás loca o qué te pasa? ¿Cómo se te ocurre meterme en algo así en mi primer
año de preparación?
-
Es lo mejor para ti, debes estar bien preparada para poder sobrevivir esa
noche.
- ¿Lo
mejor para mí? Te recuerdo que de mí va a depender la vida de mi pelotón. ¿Cómo pretendes que serpa llevar a cabo un
buen plan siendo mi primer año?
-
Si te he otorgado esa ocupación es porque eres capaz.
-
Tú no tienes ni idea de lo que soy o no soy capaz, consejera Grete.
En
cuanto pronuncio la última palabra subo a mi habitación y cierro la puerta
dando un portazo. Empiezo a pensar en todas las tareas que debo realizar del instituto
pero decido irme a dormir. Cuando oigo el sonido de la alarma sigo tan enfadada
que rompo el reloj contra el suelo. Decido quedarme en casa y descansar para
llegar fresca la sala de armas.
A
las 13:00 como algo rápido y me dirijo hacia el entrenamiento. Cuando llego a a
la sala de tiro, Lynn ya está preparada con todas las armas que voy a tener que
aprender a utilizar hoy.
-
¿Preparada?
-
Más que nunca.
Después
de pasarme seis horas aprendiendo a disparar, tengo la muñeca y el hombro
doloridos. Llego a casa y, por suerte, mi madre no está, así que subo a mi habitación
y sigo la misma ruta de ayer.
Cuando
abro el ojo por la mañana veo que son las 12:30 y me pregunto por qué no ha
sonado mi despertador hasta que me doy cuenta de que sigue roto en el suelo.
Decido cambiar mi rutina para siempre y dejar de ir al instituto para dedicarme
a mi entrenamiento.
En
los próximos cuatro meses mi habilidad con las armas mejora por momentos, así
que el mes que me queda de entrenamiento lo dedicamos a ensayar técnicas y
planes de ataque.
Mañana,
siete de octubre, tiene lugar el discurso que da todos los años mi madre frente
a todo el pueblo para recordar la acción que debemos realizar la noche del
siete de noviembre. Así que el siete de octubre a las diez de la mañana me
dirijo a la plaza del pueblo para escuchar el mismo sermón de todos los años.
-
Lost Villey - comienza mi madre- ya sabéis que justo dentro de un mes debemos
enfrentarnos a la noche más dura del año y por eso, como todos los demás años,
hemos estado preparándonos durante todo el año mediante la separación de tareas
para que así nos sea más fácil la supervivencia. La defensa fue dividida, por
el primer consejo, en diferentes rangos. Dentro de esos rangos se encuentran el
rango de las armas y ataque, el de vigilancia y el de protección, que es el
encargado de mantener a salvo a los que todavía no pueden defenderse por
hallarse por debajo del límite de edad para empezar la preparación. Ya se le
asignó a cada habitante de este pueblo su ocupación y durante los últimos meses
hemos estado entrenando muy duro para conseguir un año más pasar esta nefasta
fecha. Hoy, a tan solo un mes, debéis estar preparados tanto los que lucháis
como los que no. Dentro de un mes volveremos a ganar a la noche, aunque vaya a
ser la peor en años. Buenas tardes y gracias.
Después
de pronunciar la última palabra, la gente rompe en aplausos y todo el miedo que
han sentido en los últimos años desaparece. Ese miedo es sustituido por
esperanza, por el deseo de vencer un año más. Incluso yo deseo que llegue el
siete de noviembre para poder enfrentarme a lo que nos espera.
Al
día siguiente se empieza a notar el nerviosismo de la gente que va de un lado
para otro sin saber muy bien a dónde quieren ir o qué deben hacer. Yo me dirijo
hacia donde me he estado dirigiendo estos últimos meses, me dirijo hacia Lynn,
la única persona con la que no he hablado durante todos estos meses, ya que
desde la última discusión con mi madre no nos hemos vuelto a ver, y mejor que
haya sido así. Cuando llego a la sala de armas Lynn ya se encuentra allí,
sonriente como siempre, esperando mi llegada para comenzar con el
entrenamiento.
-
Menos de un mes - comenta en forma de saludo.
-Sí,
tantos meses preparándonos para una sola noche.
-
¿Tienes miedo?
-
No, ya no - respondo mirándola directamente a los ojos.
Ella
me sonríe y empieza con la preparación de las tácticas y planes. Pero no solo
hemos entrenado, hemos hablado y hemos reído y llorado. Hemos sido el apoyo de
cada una después de tanto tiempo en el que no hemos podido contar con nadie.
Por eso, hay veces que le agradezco a mi madre que me asignara este trabajo.
Aunque solo a veces, ya que sigue siendo una gran responsabilidad. Cuando llego
a mi casa me sorprendo de ver a mi madre, pero me muestro impasible ante su
presencia. Intento esquivarla e ir directamente hacia mi habitación, pero ella
impide mi camino.
- Stela,
queda menos de un mes. ¿Cómo llevas tu entrenamiento?
- Ni
se te ocurra hablarme como si te importase - digo en un tono bajo, amenazador.
-
No me hables así, sigo siendo tu madre.
-
Pues compórtate como tal. Me pusiste en el rango de armas y ataque en mi primer
año de preparación.
-
Lo sé.
-
Sin saber nada sobre armas o sobre ataque. No tenía ni idea de nada y aun así
arriesgaste mi vida y la de mi pelotón para otorgarme ese rango.
-
No exageres - dice resoplando. En ese preciso momento, mi paciencia o mi
cordura llegó a su límite. Saqué el revólver que llevaba escondido en la parte
trasera de mis pantalones tan deprisa, que no tuvo tiempo para reaccionar, y la
situé en el centro de su frente.
-
Me pusiste en ese rango porque no te importa si vivo o muero, poniendo en
peligro a la gente que llevo a mi cargo. Tuve que pasar meses y meses
practicando cómo disparar distintos tipos de armas llegando a cada con las
extremidades doloridas, cosas que no sabes porque no te dignaste a volver por
casa cuando yo estaba presente. He tenido que aprender cómo tendría que
reaccionar ante la muerte de uno de mis compañeros, que por cierto se trataría
de una muerte inocente. He tenido que aprender a mantenerme fría, a dejar de
tener sentimientos o compasión para realizar correctamente el trabajo que tú y
tu estúpido consejo me asignasteis. Así que ni se te ocurra decir que exagero.
Mi
madre se queda mirándome sin saber qué decir y, cuando empieza a abrir la boca
para responderme, empujo su hombro con el mío para poder abrirme paso hacia mi
habitación.
-
¿Apuntaste con tu arma a tu madre? - dice Lynn riéndose.
-
Sí, no sé qué me pasó, pero no me arrepiento.
-
Stela...
-
¿Qué?
-
Nada, sigamos con el entrenamiento.
Tan
solo queda una semana para el siete de noviembre por lo que esta tarde ya no va
a haber más entrenamiento, sino que voy a conocer a mi pelotón y a informarles
de los planes, técnicas y armas que debe llevar cada uno. Cuando llego a la
sala de armas encuentro a Lynn con un grupo de personas que supongo que es mi
pelotón.
-
Buenas tardes, capitana. Este va a ser el grupo que lideres en el ataque. A
partir de hoy, durante la semana que queda, te encargarás de entrenar, ensayar
e informar a tu pelotón. Eso es todo.
Después
de pronunciar la última palabra abandona la sala, no sin antes darme un apretón
en la mano para tranquilizarme.
-
Buenas tardes, pelotón - digo tras recuperar la compostura -. Como ya os ha informado
la capitana Lynn, yo seré la que os lidere. Por cierto, mi nombre es Stela y me
gustaría que os dirigieseis a mí con ese nombre. Bueno, empecemos con el
entrenamiento.
Durante
seis horas informo y entreno con mi pelotón la estrategia que he pensado para
sobrevivir a la noche del siete de noviembre. Por suerte, a todos los miembros
del grupo les parece una buena táctica, así que practicamos una y otra vez
hasta asegurarnos que nos sale a la perfección.
Toda
la semana la ocupo entrenando con mi pelotón por lo que no he visto a Lynn
desde que me lo presentó. No es hasta el día antes del ataque cuando la veo.
-
Mañana.
-
Mañana - es lo único que consigo responder.
-
Ten cuidado - y se le quiebra la voz.
-
Solo si tú lo tienes.
Y
sonreímos las dos, porque sabemos que mañana va a ser un día difícil y una
noche imposible. Porque sabemos que el siete
de noviembre siempre acaba con alguna muerte y el ocho amanece el día más dulce
y más amargo a la vez de todo el año. Y porque sabemos que no queremos
perdernos, porque al fin hemos encontrado una motivación que nos haga luchar
como nunca el siete de noviembre. No voy a luchar por el pueblo, voy a luchar
por Lynn.
Cuando
llego a mi casa intento dormir para prepararme para lo que nos espera mañana.
Son
las ocho de la mañana cuando salgo de mi casa para encontrarme con mi pelotón.
vamos a la sala de armas para repasar por última vez la estrategia y no dejar
cabos sueltos. La repasamos una y otra vez hasta que suena el reloj de la plaza
indicando que son las diez de la noche. Tan solo en media hora debemos
dirigirnos a la puerta principal del muero del pueblo y esperar hasta las once.
A las diez y cuarto suena la voz de mi madre por los megáfonos de la plaza
recordándonos que dentro de quince minutos debemos dirigirnos a nuestros
puestos y colocarnos según nuestros rangos. Además, recuerda al rango de
protección que debe ir recogiendo a todos los menores de dieciséis años para
esconderlos en la guarida bajo la iglesia.
Son
los quince minutos más largos de mi vida, pero al fin suena la alarma que
indica que ya son las diez y media y que debemos dirigirnos al muro.
Cuando
llego con mi pelotón a nuestra posición veo que el pelotón que está a nuestra
derecha está liderado por Lynn. Me lanzo hacia ella y la abrazo sin pararme a
pensar en las consecuencias que tendré más tarde por romper mi posición. Ella
parece sorprendida pero me mira a los ojos y posa sus labios en los míos. Y lo
único que se me viene a la cabeza es que espero que no sea un beso de
despedida. Sonreímos y vuelvo junto a mi pelotón y los animo para la lucha.
Quedan
cinco minutos para las once, cuatro, tres, dos, uno...
Todos
quedamos en silencio, esperando. En ese instante, el suelo empieza a temblar y
el temblor hace que la puerta del muro se empiece a resquebrajar hasta que
queda abierta. Giro la cabeza hacia mi derecha buscando la mirada de Lynn.
-
¿Preparada?
-
Más que nunca.
S. D. G.